Seré benéfica y mínima
Como
la flor de la salvia,
Si
tú me dejas seguirte
Y
estar contigo en tu casa.
Cuando
tú quieras silencio, Seré silencio yo misma. Haré más lentos mis pulsos, Haré
callada la risa, y he de ser como una sombra Que a tu costado se ovilla. Cuando
vuelvas de la calle, Hastiado, amargo, sediento, Como agua clara del río Será
para ti mi cuerpo. Y almohada de trébol nuevo. Mi brazo, para tu nuca. Sobre
tus sienes ardientes, Frescas, mis manos desnudas. Deja que aliente a tu lado
Como una sombra ligera, Como sombra que tuviese Fragancia de madreselva. ¡Sueño
ceñirme a tu vida Igual que una enredadera!
Juana de Ibarbourou
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