lunes, 15 de junio de 2020

Armonía

Oye cómo se aman los tigres

y se llena la selva con sus hondos jadeos

y se rompe la noche con sus fieros relámpagos.

Mira cómo giran los astros en la eterna

danza de la armonía y su silencio

se puebla de susurros vegetales.

Huele la espesa miel que destilan los árboles,

la leche oscura que sus hojas exudan.

El universo entero se trenza y destrenza

en infinitas cópulas secretas.

Sabias geometrías entrelazan las formas

de dulces caracoles y de ingratas serpientes.

En el mar hay un canto de sirenas.

Toca mi piel,

temblorosa de ti y expuesta a las espinas,

antes que el ritmo de mi sangre calle,

antes de que regrese al agua y a la tierra.

Piedad Bonnett


Atardeció sin ti

Atardeció sin ti. De los cipreses...

a las torres, sin ti me estremecía.

Qué desgana esperar un nuevo día

sin que me abraces y sin que me beses.

 

A fuerza de tropiezos y reveses

la piel de la esperanza se me enfría.

Qué agonía ocultarte mi agonía,

y qué resurrección si me entendieses.

 

Atardeció sin ti. Seguro y lento,

el sol se derrumbó, limón maduro,

y a solas recibí su último aliento.

 

Quién me viera caer, lento y seguro,

sin más calor ni más resurgimiento,

gris el alma y frustrada entre lo oscuro.

Antonio Gala


Arrebátame, amor, águila esquiva..

Arrebátame, amor, águila esquiva,

mátame a desgarrón y a dentellada,

que tengo ya la queja amordazada

y entre tus garras la intención cautiva.

 

No finjas más, no ocultes la excesiva

hambre de mí que te arde en la mirada.

No gires más la faz desmemoriada

y muerde de una vez la carne viva.

 

Batir tu vuelo siento impenetrable,

en retirada siempre y al acecho.

Tu sed eterna y ágil desafío.

 

Pues que eres al olvido invulnerable,

vulnérame ya, amor, deshazme el pecho

y anida en él, demonio y ángel mío.

Antonio Gala


Carta de un náufrago

Con el consentimiento de la nieve

caminaré despacio.

 

Alguien habrá que espere junto al fuego

y yo, que estaré ciega por el frío,

haré paradas breves,

sacudiré el paraguas y empezaré de nuevo.

 

El único secreto es no sentirse

inmensamente lleno de verdades.

No aceptar nunca las invitaciones

que la neblina

sugiere al anidar con sus disfraces

de paisaje feliz, de grandes sueños.

 

Alguien habrá que diga, se ha perdido,

alguien saldrá a buscarme,

y llevará el calor de una botella

donde podré mandarte este mensaje.

 Ana Merino


Que el amor no admite cuerdas (reflexiones)

Señora, Amor es violento,

y cuando nos transfigura

nos enciende el pensamiento

la locura.

 

No pidas paz a mis brazos

que a los tuyos tienen presos:

son de guerra mis abrazos

y son de incendio mis besos;

y sería vano intento

el tornar mi mente obscura

si me enciende el pensamiento

la locura.

 

Clara está la mente mía

de llamas de amor, señora,

como la tienda del día

o el palacio de la aurora.

Y el perfume de tu ungüento

te persigue mi ventura,

y me enciende el pensamiento

la locura.

 

Mi gozo tu paladar

rico panal conceptúa,

como en el santo Cantar:

Mel et lac sub lingua tua.

La delicia de tu aliento

en tan fino vaso apura,

y me enciende el pensamiento

la locura.

Rubén Darío

sábado, 13 de junio de 2020

Mía

Mía: así te llamas.

¿Qué más armonía?

Mía: luz del día;

mía: rosas, llamas.

¡Qué aroma derramas

en el alma mía

si sé que me amas!

¡Oh Mía! ¡Oh Mía!

Tu sexo fundiste

con mi sexo fuerte,

fundiendo dos bronces.

Yo triste, tú triste...

¿No has de ser entonces

Mía hasta la muerte?

 

Rubén Darío


Cuerpo a la vista

Y las sombras se abrieron otra vez

y mostraron su cuerpo:

tu pelo, otoño espeso, caída de agua solar,

tu boca y la blanca disciplina

de tus dientes caníbales,

prisioneros en llamas,

tu piel de pan apenas dorado

y tus ojos de azúcar quemada,

sitios en donde el tiempo no transcurre,

valles que sólo mis labios conocen,

desfiladero de la una que asciende

a tu garganta entre tus senos,

cascada petrificada de la nuca,

alta meseta de tu vientre,

playa sin fin de tu costado.

Tus ojos son los ojos fijos del tigre

y un minutos después

son los ojos húmedos del perro.

Siempre hay abejas en tu pelo.

Tu espalda fluye tranquila bajo mis ojos

como las espalda del río a la luz del incendio.

Aguas dormidas golpean día y noche

tu cintura de arcilla

y en tus costas,

inmensas como los arenales de la luna,

el viento sopla por mi boca

y un largo quejido cubre con sus dos alas grises

la noche de los cuerpos,

como la sombra del águila la soledad del páramo.

Las uñas de los dedos de tus pies

están hechas del cristal del verano.

Entre tus piernas hay un pozo de agua dormida,

bahía donde el mar de noche se aquieta,

negro caballo de espuma,

cueva al pie de la montaña que esconde un tesoro,

boca de horno donde se hacen las hostias,

sonrientes labios entreabiertos y atroces,

nupcias de la luz y la sombra,

de lo visible y lo invisible

(allí espera la carne su resurrección

y el día de la vida perdurable)

Patria de sangre,

única tierra que conozco y me conoce,

única patria en la que creo,

única puerta al infinito.

Octavio Paz


La última inocencia

Partir

en cuerpo y alma

partir.

 

Partir

deshacerse de las miradas

piedras opresoras

que duermen en la garganta.

 

He de partir

no más inercia bajo el sol

no más sangre anonadada

no más fila para morir.

 

He de partir

 

Pero arremete ¡viajera!

Alejandra Pizarnik


Soneto interior

Aquí donde la tierra es menos tierra,

donde el agua es el agua del olvido,

donde el aire es un aire sin sonido

y donde el fuego ya no mueve guerra;

 

Aquí donde la tierra se destierra,

donde el agua carece de sentido,

donde el aire prefiere estar dormido

y donde el fuego su pasión encierra;

 

el hombre de mirada pensativa

substituye las cosas de su casa;

la tierra, con su carne fugitiva,

 

el aire, con el aire de su aliento,

el agua, con su propio sentimiento,

el fuego, con el fuego que lo abrasa.

 

Francisco Luis Bernárdez

Amor antiguo

Amor antiguo, cuya sombra empaña

Mi cariñosa propensión de ahora,

Eres como una sombra de montaña

Sobre el encendimiento de la aurora.

 

Amor antiguo, cuya pesadumbre

Traba la agilidad de mi alegría,

Eres la tiranía de la cumbre

Contra la libertad del mediodía.

 

Amor antiguo, cuya voz sofoca

La nueva vocecita del cariño,

Eres palabra de proyecta boca

En una boca inédita de niño.

 

Amor antiguo, cuyo sentimiento

Hace caber el mundo en nuestro llanto,

Eres el alma convertida en viento

Y eres el viento convertido en canto.

 

Amor antiguo, cuya remembranza

Cada amorosa perspectiva cierra,

Eres esa emoción que sólo alcanza

Quien se acuerda del mar desde la tierra.

Francisco Luis Bernárdez


El destello

Aunque el cielo no tenga ni una estrella

y en la tierra no quede casi nada,

si un destello fugaz queda de aquella

que fue maravillosa llamarada,

 

me bastará el fervor con que destella,

a pesar de su luz medio apagada,

para encontrar la suspirada huella

que conduce a la vida suspirada.

 

Guiado por la luz que inmortaliza,

desandaré mi noche y mi ceniza

por el camino que una vez perdí,

 

hasta volver a ser, en este mundo

devuelto al corazón en un segundo,

el fuego que soñé, la luz que fui.

 

Francisco Luis Bernárdez


Exilio

Esta manía de saberme ángel,

sin edad,

sin muerte en qué vivirme,

sin piedad por mi nombre

ni por mis huesos que lloran vagando.

 

¿Y quién no tiene un amor?

¿Y quién no goza entre amapolas?

¿Y quién no posee un fuego, una muerte,

un miedo, algo horrible,

aunque fuere con plumas,

aunque fuere con sonrisas?

 

Siniestro delirio amar a una sombra.

La sombra no muere.

Y mi amor

sólo abraza a lo que fluye

como lava del infierno:

una logia callada,

fantasmas en dulce erección,

sacerdotes de espuma,

y sobre todo ángeles,

ángeles bellos como cuchillos

que se elevan en la noche

y devastan la esperanza.

Alejandra Pizarnik


Amantes

una flor

no lejos de la noche

mi cuerpo mudo

se abre

a la delicada urgencia del rocío

Alejandra Pizarnik


Una despedida

Tarde que socavó nuestro adiós.

Tarde acerada y deleitosa y monstruosa como un ángel oscuro.

Tarde cuando vivieron nuestros labios en la desnuda intimidad de los besos.

El tiempo inevitable se desbordaba sobre el abrazo inútil.

Prodigábamos pasión juntamente, no para nosotros sino para la soledad ya inmediata.

Nos rechazó la luz; la noche había llegado con urgencia.

Fuimos hasta la verja en esa gravedad de la sombra que ya el lucero alivia.

Como quien vuelve de un perdido prado yo volví de tu abrazo.

Como quien vuelve de un país de espadas yo volví de tus lágrimas.

Tarde que dura vívida como un sueño entre las otras tardes.

Después yo fui alcanzando y rebasando noches y singladuras.

Jorge Luis Borges

Busca y anhela el sosiego

Busca y anhela el sosiego…

mas… ¿quién le sosegará?

Con lo que sueña despierto,

dormido vuelve a soñar.

Que hoy como ayer, y mañana

cual hoy, en su eterno afán,

de hallar el bien que ambiciona

-cuando sólo encuentra el mal-,

siempre a soñar condenado,

nunca puede sosegar.

Rosalía de Castro

El búho

Del juvenil ramaje de la huerta

las palomas su vuelo han levantado,

un búho en el pinar se ha recatado

ciego, que ya el crepúsculo despierta.

 

El caballejo con mirada alerta

para la noria, el cuco se ha callado,

una gata se esconde en el tejado

y un can aúlla tras cerrada puerta.

 

Silencio. Pasa un hombre lentamente

baja la testa, el capuchón caído

cual si buscara en torno algo perdido.

 

Y el búho se lanzó del hombre enfrente

el disco de sus ojos encendido…

Y está la luna de la noche ausente.

Sofía Casanova

Mariposas

En tu aposento tienes,

En urna frágil,

Clavadas mariposas,

Que, si brillante

Rayo de sol las toca,

Parecen nácares

O pedazos de cielo,

Cielos de tarde,

O brillos opalinos

De alas suaves;

Y allí están las azules

Hijas del aire,

Fijas ya para siempre

Las alas ágiles,

Las alas, peregrinas

De ignotos valles,

Que como los deseos

De tu alma amante

A la aurora parecen

Resucitarse,

Cuando de tus ventanas

Las hojas abres

Y da el sol en tus ojos

Y en los cristales!

José Asunción Silva


Suspiro

Si en tus recuerdos ves algún día

Entre la niebla de lo pasado

Surgir la triste memoria mía

Medio borrada ya por los años,

Piensa que fuiste siempre mi anhelo

Y si el recuerdo de amor tan santo

Mueve tu pecho, nubla tu cielo,

Llena de lágrimas tus ojos garzos;

¡Ah, no me busques aquí en la tierra

Donde he vivido, donde he luchado,

Sino en el reino de los sepulcros

Donde se encuentran paz y descanso!

José Asunción Silva


viernes, 12 de junio de 2020

Venganza

Ahora tú, vuelta poema,

encasillada en versos que te nombran,

la hermosa, la innombrable, luminosa,

ahora tú, vuelta poema,

tu cuerpo, resplandor,

escarcha, desecho de palabra,

poema apenas tu cuerpo

prisionero en el poema,

vuelto versos que se leen en la sala,

tu cuerpo que es pasado

y es este poema

esta pobre venganza.

Darío Jaramillo Agudelo

A la luna pálida - (Cartas cruzadas)

Solamente la luna faltaba en esta noche,

en este momento robado a una noche de hace tiempos
muertos que aparecen con la música,
esa aletargada distancia de mi centro
y esa especie de rencor profundo que vive en el lugar que ocupo.
Luna que se quiebra sobre la tiniebla de mi soledad,
solamente tú faltabas en este desolado delirio,
en este oscuro llanto en que me lloro entero.
Apenas tú faltabas, insípida señora blanca de la noche
alumbrando mis trizas y mi aturdimiento,
luna casi amarilla, sucia luna blanca,
pálido velo de luz sobre mi noche triste,
llegas tarde y a tiempo,
apareces detrás de los edificios como si vinieras de otra calle
y puntualmente tu penumbra insinúa
que este día es tan viscoso
como aquel día que fue todos los días hace años,
noche ajena, 
luna de otras horas melancólicas,
germen del desprecio y la coraza,
luna maldita, lodosa luna,
luna perversa del insomnio.

 

Darío Jaramillo Agudelo